El día de "la mala noticia"

-“De eso vamos a hablar más adelante” – esas fueron las palabras que me dieron los primeros indicios de que algo no andaba bien… esas fueron las palabras que me dijo la doctora, aquella mañana, muy temprano cerca de las 7:30hs., de un día de la semana que no recuerdo, cuando acababa de llevarle los primeros estudios para que los viera.
En la puerta del consultorio, cuando ya terminaba mi consulta, se me ocurrió preguntar si “eso” podía ser “malo”; y de su respuesta nunca podré olvidarme. Esas palabras no me decían que no, que estaba todo bien, tampoco me decían lo contrario, pero dejaban entrever que algo estaba por cambiar.

Desde estos momentos sentí que quería saber todo, necesitaba preguntar cada duda que se me presentaba, no podía quedarme con palabras que no entendía y volvía a preguntar, a veces temerosa, pero con la seguridad de querer saberlo todo.

A pesar del amanecer de un día de primavera, el camino a mi casa se hizo largo y oscuro, hubo lágrimas en mis ojos, y no podía entender qué pasaría. Por mi cabeza pasaban miles de dudas, incertidumbre, dolor, bronca… muchas sensaciones que no podría explicar, eran sensaciones nuevas que me estaban haciendo pensar en mí, que yo era la protagonista de algo que estaba por suceder o mejor dicho que ya estaba sucediendo. Me costaba aceptar que era a mí a quien le pasaban las cosas, muchas veces me parecía que esta historia no me pertenecía, y hablaba del cáncer como si no fuera a mí a quien le había tocado esta vez.

Al llegar a mi casa el llanto fue intenso, no había palabras, ni de mi esposo, ni de mi madre, que pudieran consolarme, sólo yo sabía que algo iba a pasar…
Los estudios siguieron, varios… muchos, y cada uno confirmaba que nada me salvaría de una cirugía. A pesar de no haber entrado nunca a un quirófano para una cirugía (sólo había entrado para la cesárea que trajo al mundo a mi hijo), no tenía miedo, sólo quería que hicieran todo lo que los médicos decían que tenían que hacer, ellos se prepararon para esto y yo, tranquila,  estaba en sus manos. Los días se hacían largos, la espera incesante, pero traté de mantener la calma y no desesperar.

En la consulta previa a la operación ya estaba confirmado que algo no estaba bien, todo parecía ser “malo” había que operar si o si y sacarlo lo más pronto posible. No necesité pasar la cirugía para saber que tenía cáncer, pero esto tampoco me detenía, al contrario, quería que todo pasara de una vez por todas.

Siempre mantuve la calma, calma que nunca supe de donde salió, en circunstancias como estas uno no sabe cómo actuar hasta que las cosas pasan… y de eso se trataba, de que todo pasara lo mejor posible, esa fue sin pensar mi actitud

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